El escritor Carlos Reyes nos muestra una mirada filosófica sobre el hombre y sus actos, así como las consecuencias que ello conlleva sobre el equilibrio de nuestro ecosistema.
Homo terco se asomó por una ventana de su mansión estilo barroco, fundida en oro puro. Colibrí le miró con cierto pesar: él sintió pena y amargura. No obstante su inmensa fortuna, quedó solo en el planeta Tierra…enfundado en un traje espacial que le protegía del pavoroso clima. Se encaminó hacia la reina pero ella huyó: él, un ermitaño sobreviviendo en un desierto. Oteó el horizonte pero no vio el verdor que renacía por sí solo; tampoco el azul celeste.
A gatas subió a un risco alumbrado por un sol marchito, sofocante: Tierra convertida en fogón de fragua por sus actos insensatos; encima, un martinete le reprochó:
-Homo Necio: cavaste tu fosa; ardes en llamas inextinguibles que inició tu codicia. Todo porque reusaste cumplir los 10 Mandamientos Ecológicos: 1. Los bienes creados son propiedad y para el disfrute de todos. 3. Tomarás lo necesario; conservarás el equilibrio agua–tierra-aire… 8. Evitarás inventar artificios y producir sustancias dañinas. 10. Tierra es maravillosa…
-¡Diantres! ¡Camanduleros falsos que aman ser pobres! Su corazón le traicionó: Tutankamon, Genhis Kan, Carlo Magno, Tupacamaru, Napoleón, Hitler, Einsenhower, ¡venid en mi ayuda! Sin aire el sonido no viaja.
Pensó en viajar al pasado; allí clamaría: ¡No a guerras absurdas e innecesarias! Sobó su cabeza y sólo sintió el poliéster del pesado traje…inerme, insignificante tal brizna que se lleva... De rodillas, se ladeó y estrelló contra rocas, también sin corazón.
-¡Despierte, Homo Brutus! Hora de reorientar tu emporio multinacional no ecoamigable. Homo habilis, despertó pálido y tembloroso; su cuerpo sudaba copiosamente:
-¡Maldita pesadilla de cada noche!
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