¿Y si logramos lo que tanto anhelamos, lo que envidiamos en los otros, lo que creemos nos dará plenitud? En “Uno se acostumbra”, un ejecutivo, una familia con tres hijos adolescentes y un empresario exitoso intentan responder la pregunta. En una trama que no hace más que reflejar las angustias y emociones de unos personajes que son incapaces de sostenerse a sí mismos, la soledad, el desarraigo, el abandono y la enfermedad son los enemigos a vencer, para así poder regresar a ese país que -según san Agustín - todos conocimos: la felicidad.

“Uno se acostumbra”, excelente ejercicio narrativo que a lo largo de una desconcertante e irónica narración implica al lector en la construcción del propio texto, exigiendo su participación para acabar de tejer la urdimbre de identidades ambivalentes que se desarrolla en ella, está estructurada como novela coral de cinco capítulos. En cada uno de ellos - jugando con los elementos de la literatura de autoayuda, la cultura de masas, la religión, y los libros de suspenso -, un personaje aborda la continuación de la historia, permitiéndole al lector tener una visión con mayor perspectiva de la que tendría bajo la óptica de un único narrador, contando con más información de la que posee cada personaje, constituyéndose así en un pequeño dios que disfruta con las vicisitudes de esos seres menores que, contrarios a su voluntad, quedan atrapados en los mecanismos invisibles de la rueda de la fortuna.