La novela de Macarena te atrapa desde el principio. No da tregua al lector. En la primera parte, los testimonios escritos provocan una reflexión sobre temas importantes, que invitan al lector a posicionarse. A partir de ahí, la narración va in crescendo; con Madrid y Kenia como paisajes de la trama, se dinamiza y consigue un suspense adictivo con el tema del maltrato de género como protagonista. Personajes bien definidos, diálogos enhebrados de forma sublime y gran agilidad para darle voz a diferentes puntos de vista. “Mzungu. Mujer blanca extranjera” es una novela necesaria.
Libro escrito por una mujer e inspirado por mujeres, que todos los hombres deberíamos leer. Se traslada con suma sutileza de la dura realidad de la violencia machista de una ciudad del primer mundo a la lucha por la vida en África con el hilo conductor de su protagonista, haciendo que seas participe de cada uno de los sentimientos de todos sus personajes.
Pero al margen de la desgarradora historia, te quedas con ganas de más y con una sensación de extraño comfort que te lleva a pensar en la novela desde tus propios principios.
Definitivamente lo encuentro muy recomendable.
Hay libros que se te clavan en el alma y este es uno de ellos. Además, de estar maravillosamente bien escrito, va creciendo en el lector a medida que este lo va leyendo. Por lo menos, eso es lo que me ha pasado a mí. Al terminarlo, me quedé un rato pensativo, mirando las plantas de mi jardín y el cielo que se fundía en el horizonte. Necesitaba respirar un poco, reflexionar sobre la historia que acababa de terminar de leer, y averiguar hasta qué punto había calado dentro de mí. Tengo que decir que me ha sorprendido mucho y por muchos motivos. Estoy feliz de haberlo leído.
Una mañana, Teresa encuentra muerta a su amiga Eva. Unas semanas después, le son entregados unos cuadernos que había dejado escritos en los que descubre una relación de maltrato con su hermano José, que la marcaría de por vida. La lectura de los cuadernos de Eva provoca la ruptura de Teresa con su hermano. Mientras Teresa prepara un viaje a la región turkana de Kenia, que había dejado pendiente de hacer con Eva, no imagina que todo a su alrededor se está complicando por donde menos espera.
El tono intimista de la primera parte, dedicada fundamentalmente a los cuadernos de Eva, ofrece al lector o lectora una denuncia sostenida de las situaciones de violencia contra las mujeres, así como episodios de la vida de Eva, que ella decide recoger como una forma de escuchar sus emociones, provocadas por la fragilidad y el desamparo que la acompañaban en los últimos años de su vida.
A partir de la segunda parte, la trama se enreda, los personajes se cruzan y el libro se vuelve muy ágil. El lector o lectora se ve atrapado por una historia en la que se hace difícil no pararse a pensar sobre temas como el maltrato, la vulnerabilidad, la desigualdad o la pobreza, entre otros.
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