Crear al personaje, pero también el ambiente de la casa que es otro personaje, romper esa especie de cuarta pared involucrando al lector en la narración.
Los pecados serán sombras que sigan a los condenados tras su muerte, ese es el caso de Wiler Carol; un periodista corrupto que pierde la vida en el Hotel Paradis al tratar de rescatar a su hija de un secuestro.
Su alma quedará prisionera en los cuartos de aquel distinguido hotel, en la espera de recibir su castigo eterno. Wiler será juzgado por todos los horrores que su mente guarda, y ese juicio será dirigido por el demoniaco gerente del Hotel Paradis, Rold Temofis.
Los cuartos formarán escaparates de las pesadillas que esconde Wiler, cada elemento de aquel edifico es una trampa, que permite al gerente Rold saciar su sádico deseo de elegir el castigo eterno para los fantasmas prisioneros en el Hotel Paradis.
Poco a poco Wiler se perderá ante la tortura continua que le proporciona Rold, ya sin esperanza el periodista logra obtener la misión de salvar a su hija de sus propios demonios, y aún muerto, Wiler tratará de rescatarla de una vida llena de terror.
Hotel Paradis nos lleva a una crónica de la muerte y la agonía de un alma en pena; presentando la arquitectura de una refinada antesala al infierno y proyectando el sadismo que pueden guardar los edificios, esos que disimulan el frío de la muerte con la calidez de una elegante habitación.
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